La transparencia del morral
Nuestra sociedad
venezolana está muy trastornada. No hay puntos de coincidencia entre las
diferencias, lo que aleja cada vez más la posibilidad de una reconciliación de
la fe y los valores con la coherencia colectiva.
La más reciente
orden de que los estudiantes de secundaria deben llevar morrales transparentes
a los liceos, es un síntoma de la ineficacia de las ideas y del fracaso de las
acciones. Esta “norma” es clara evidencia de que seguimos en la superficialidad
de los problemas, bordeándolos, sin atacar el fondo.
Es cierto que en
escuelas y liceos hay chamos, cada vez más, que introducen armas, drogas y cualquier
artilugio que invite al delito. Pero es indignante que a todos los señalen como
delincuentes, en vez de atender el problema social desde la familia y el
sistema escolar.
A propósito del morral de los sueños de Chávez, comparto esa simbología que pretendió mantener vivos los
anhelos del expresidente por ver una Venezuela distinta, aunque no apruebe
muchas de las formas como lo intentó. Ese morral de los sueños de
Chávez quedó en propaganda. Pero esto es otro debate.
Los muchachos
también quieren llevar sus sueños en su morral escolar, ese que hoy los expone
como “presuntos”, mientras el sistema se traga y esconde en sus intestinos la
posibilidad de brindarles seguridad emocional y física para crecer y convertirse en
hombres de bien, en ciudadanos ejemplares o, al menos, en hombres trabajadores,
honestos y solidarios.
A los incrédulos,
los niní, los “esonoesconmigo”, los rojos, los azules o “entreamarillos”: el
país necesita un cambio, quiere un cambio real; no un “quítate tú pa’ ponerme
yo”, ni una tramoya de leguleyos para culparse entre sí.
Es importante comulgar
con las ideas, participar de los proyectos y ejercer el “ser social” en todos
los sentidos. Segar la lógica ante la realidad por un “como sea” o un “quiere
cambio”, demuestra la incapacidad de ser coherentes y, sobre todo,
transparentes.
Comentarios