Reflexiones sobre el merecimiento

Para justificar un patriotismo netamente discursivo, en este país nos han metido la idea de que "merecemos” todo lo que el Gobierno “nos da”, así sean migajas y vejaciones. Y todo amparado por una premisa que descontextualizan en torno a que “el petróleo es de todos”.

Sí, el petróleo es de todos, pero esto no es más que un apotegma para hacernos creer que somos ricos y que nos merecemos tal riqueza. ¿Pero cuál? ¿La sumisión por una miga de pan? ¿El silencio por una casita? ¿La indiferencia a cambio de aplausos? ¿La solidaridad automática por unos dólares que embrutecen?

No nos han enseñado a pescar.

Nos han sembrado el resentimiento como excusa para ir en contra de nuestros semejantes. Nos siembran a diario el odio por el otro, a través de la propaganda política. Nos hacen repetir una y otra vez conceptos que ni siquiera entendemos, asimilamos o analizamos.

Y es porque nos están llevando a creer que esto es lo que merecemos, una visión unilateral dentro de un mundo pluripolar, que sigue siendo multicolor, y dentro del cual todos podemos convivir a pesar de las diferencias.

No nos han enseñado a ganarnos la vida con esfuerzo y dedicación; lo poco o lo mucho que logramos, el amor y el respeto, también el dinero, lo debemos ganar. No merecerlo.

Nos han envenenado el alma con el “yo merezco…”.

Dar y recibir siempre serán actos de fe, acompañados de muchos otros hábitos relacionados con la vida diaria. Dar sin esperar algo a cambio; recibir y agradecer para multiplicar este acto de fe, podría ser una buena cura a todo este marasmo sazonado de facilismo y dejadez.

La decisión de ser, estar o tener, está en cada uno. Y es lo que realmente merecemos, ir por nuestros sueños, sin mirar afuera donde hoy hay mucha gente que nos intenta engañar con cosas que “merecemos”, pero sin darnos la libertad de pensar, sentir, escoger ni decidir.

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