Destrabar el círculo vicioso de los aumentos salariales
Siempre he dicho, practicado y sentido que no
hay nada más sabroso que el esfuerzo propio; saber que tienes felicidad porque
la labraste, sin palancas, sin roscas, sin jaladera, sin mendicidad ni
mediocridad. O porque simplemente caíste bien. Que lo que gano es por cuánto me
esfuerzo y cuánto vale lo que hago, además de mis conocimientos, que también
tienen valor. Todo eso suma mi salario monetario y mi salario emocional. Y así
lo transmito en mi organización, aunque a veces ni los dueños lo entiendan
porque están en la burbuja de la mercancía y el comercio. Pero ese es tema para
otro debate.
Durante 25 años anteriores a 1999, en
Venezuela hubo 8 incrementos del salario básico de los trabajadores, dicho por
el presidente Nicolás Maduro en su cadena del lunes por la noche. En los
últimos 15 años ha habido 28, un promedio de “uno y pico” por año. Este 2014 ha
habido tres.
El “rentismo” está enquistado en la sangre,
no sólo en las grandes empresas ni el gobierno, sino en la cultura. Saber que
tenemos la mayor reserva petrolera del mundo parece dar a cada ciudadano un
boleto para sentarse con papá Gobierno a exigir “lo suyo” porque hay oro negro
hasta para regalar.
Desde la administración pública hasta la mayoría
de las empresas privadas, la influencia de los incrementos de los salarios
mínimos desencaja con cualquier estrategia de crecimiento, planificado,
sustentable en el tiempo y que rinda dividendos para justificar las mejoras
necesarias, más en un país cuya inflación se come todos los bolívares que salen
a la calle.
Poquísimas empresas, poquísimas, mantienen
una cultura del salario emocional, de ese con el que no se compra nada en el
mercado, pero satisface las más grandes carencias del ser humano, los más
impactantes remolinos sensitivos que le impiden dar pasos adelante en el logro
de cualquier objetivo dentro de una organización o su familia.
Los venezolanos están acostumbrados a “merecer”
aumentos de sueldo, pero no a ganárselos ni mucho menos contribuir con el
crecimiento de la organización o institución para exigir ser recompensados. Obviamente,
tampoco hay una cultura organizacional motivadora. En el servicio público mucho
menos, pues poco o nada se produce y la atención es deficitaria.
Los aumentos de salario generales han creado
un círculo vicioso difícil de dejar, de desechar, porque cada vez los
venezolanos son más dependientes del Gobierno y de la tozudez para entender,
abrir los ojos, que sólo el esfuerzo propio, llevándolo al colectivo, permitirá
bajar los números de inflación, que a la postre permitirá a la economía moverse
con la dinámica del mercado, aunque en “socialismo” este concepto dé comezón.
El círculo vicioso nos arropa cada vez que
hay un anuncio. Suben todos los precios de los bienes y servicios. El país
entero se vuelca a adquirir los últimos productos “antes que suban”, y se
prepara para el “golpe” en el bolsillo la próxima vez que vaya al supermercado,
a la escuela o la panadería.
Todos, desde nuestras organizaciones, debemos
fomentar la cultura del logro, no solo con “plata”, sino a través del esfuerzo
sostenido de cada uno de los miembros del equipo enfocados en objetivos
comunes, a pesar de la multidisciplina.
Esto, en corto y mediano plazos, generará más
beneficios financieros y emocionales que podrán disfrutar quienes forman parte
del éxito de una organización. El vivir bien no depende del dinero únicamente.
Y esto se puede lograr también desde el alto
gobierno, pero falta voluntad.
Tengámosla nosotros…!
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