Déjame sueltas las manos



Cada vez que me reencuentro con Neruda, una llovizna anega mis espíritu con emociones siniguales, encontradas a veces, tan diversas como el claroscuro de la noche, pero que me hacen vivir, revivir y compartir cada latido, cada paso, cada sueño y esperanza que albergo…
Cada vez que te releo, Pablo, reafirmo mi convicción de que sois mi ego, de que sois el hombro de mis noches solitarias cuando narraba los pasajes del amor y los escribías como sólo vos pudiste entre tantos…
Y heme aquí, de nuevo, regresando de mi luna de miel con soledad, aquella que vos y yo compartimos un día, cada noche, desde la ventana al mar de La Sebastiana…
Y te mento…  Déjame sueltas las manos / y el corazón, déjame libre! / Deja que mis dedos corran / por los caminos de tu cuerpo. / La pasión —sangre, fuego, besos— / me incendia a llamaradas trémulas. / Ay, tú no sabes lo que es esto!”

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