“Ese es su peo”, presidente
El presidente de la República se encoge cada vez más en su ego; se enconcha para evadir la realidad; muestra sin desparpajo actitudes de niño malcriado, llevado más por la rabia que siente tras perder el “juguete” preciado.
Ver cada alocución, desde el
6-D para acá, ha sido la mejor experiencia que he tenido para conocer esas
facetas psicológicas que demuestran la complejidad del hombre, pero más
asombran de alguien de quien supones no verás. Pero tiene derecho, el
presidente. Como dirían en el barrio, “ese es su peo”.
Lamentablemente, esas
pataletas están confundiendo más a quienes no han entendido que es necesario un
nuevo camino, una nueva forma de hacer las cosas en este país tan vapuleado por
la corrupción moral y económica, que corroyó los valores desde el seno de la
familia. Y nos quiere arrastrar a situaciones más tensas de las que hemos
vivido.
Y no es que la cuarta fuera mejor o distinta, para bien. Si no que se desvirtuó la forma de hacer los cambios, y olvidaron el fondo del proyecto, un mejor vivir para TOODOS, no para unos poquitos. Mucho menos convertirnos en limosneros.
Hace poco escribí en mi blog
una reflexión sobre la obligación de llevar morrales transparentes a los
liceos, y salió este párrafo que quisiera retomar:
“A propósito del morral de
los sueños de Chávez, comparto esa simbología que pretendió mantener vivos los
anhelos del expresidente por ver una Venezuela distinta, aunque no apruebe
muchas de las formas como lo intentó. Ese morral de los sueños de Chávez quedó
en propaganda” (http://gmgcom.blogspot.com/2015/11/la-transparencia-del-morral.html)
Ciertamente, el morral de
Chávez quedó en propaganda. La escabrosa y dramatizada utilización de la imagen
del expresidente en la campaña y luego de las elecciones, demuestra que lo
tienen solo como eso, imagen. Lo usan aún muerto, pero mal. Y aunque
pretendieron darle una inflexión religiosa, mística, perdieron credibilidad y
autenticidad.
Tras las parlamentarias, el
presidente de la República quiere hacerle creer a la gente que perdió todo un
país, y terminó de demostrar que solo “gobierna” para sí mismo y para quienes
votan por el PSUV. Se creyó Estado. Se le subió el ego más que nunca. Ni hablar
de quienes le rodean, quienes tienen tanto o más ego; o se lo alimentan por
conveniencia.
Incluso, echarle la culpa a
los demás de su derrota forma parte de ese corolario de errores que comete
quien se precia de ser el heredero del pensamiento chavista. He ahí la
decepción de muchos, de todos.
Pueden revisar, para tener otro punto de vista, las referencias que hacen Víctor Álvarez, Jorge Giordani y Héctor Navarro. Una visión más, la de Nicmer Evans. Todos chavistas, pero no maduristas, obviamente.
Más recientemente, antes del
6-D, también en mi blog anoté estas líneas:
“La condición de Estado
involucra sinergia y autonomía de unas instituciones para gobernar, por
supuesto tutelado por un líder que escucha, dialoga, plantea, recapacita cuando
erra, y corrige cuando se equivoca de rumbo. No al revés. El Estado no es una individualidad.
No es manejarse al modo que “yo pienso”, que “yo creo” y que “a mí me gusta”.
Creo que de esto hemos tenido bastante desde que Venezuela es Venezuela, solo
que los delirios del ego se han atrincherado en las instancias de Gobierno” (http://gmgcom.blogspot.com/2015/10/delirios-del-ego.html)
Apoyemos al Estado, a sus
instituciones. Nosotros, todos los venezolanos, somos el Estado, lo integramos,
lo nutrimos y por nosotros sobrevive.
Tenemos derecho a exigir, de
rojos, azules y amarillos, una vida decente, recuperar los valores y la
solidaridad; eliminar al que anda con el cuchillo en la boca o con el puñal
escondido para clavarlo.
Nadie dijo que será fácil,
ni de un día para otro. Pero se abre una inmensa ventana con luz al final. Nos
toca a todos, pero a todos, construir la Venezuela que queremos, que trabajamos
y que sudamos.
Sin revanchas ni egoísmo, que de eso hemos tenido lo suficiente.
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