Deliberado

Quietud del alma que atavias mis noches y mis días sin poder zafarme. Haz que mi corazón enloquezca y el elixir de mis venas derrame sobre su cabello mi soledad. Deshazte de ti, piérdete para no verte un tiempo en el que me pose erguido en la batalla de las sonrisas y las miradas. Quietud del alma que me acompañas, día y noche, olvida que existo por instantes para saciarme en sus labios hasta perder la cordura.
Pero regresa una noche, para dormir tranquilo en su regazo y morir al otro día...

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