Delirios del ego



“Yo-quiero-paz. Yo es el ego, quiero es el deseo; 
elimina el ego y el deseo y tienes la paz”
Sri Sathya Sai Baba

De manera insistente, con mayor frecuencia y sin prurito, el presidente de la República ha afincado en su arenga el “yo soy”, “yo quiero”, “yo hice”, “yo decidí”, “yo exijo”, “yo dije”, “yo meto preso”, “yo ordené”, “yo mando a…”, “yo pido”, “yo…”, “yo…”.

La caída de la popularidad estratégicamente obliga a modificar el discurso. Pero inteligentemente. Sobre todo implica un reacomodo de las piezas en juego para acercar, poner al lado, a quienes ya no creen “en mí” o en “mi proyecto”, que ya por ser individualista pierde transparencia y solidez. Es decir, la credibilidad que en algún momento alcanza, no es sostenible, menos cuando la única maniobra para convencer es el “yo soy” y “yo quiero”, con sus etcéteras.

La condición de Estado involucra sinergia y autonomía de unas instituciones para gobernar, por supuesto tutelado por un líder que escucha, dialoga, plantea, recapacita cuando erra, y corrige cuando se equivoca de rumbo. No al revés. El Estado no es una individualidad. No es manejarse al modo que “yo pienso”, que “yo creo” y que “a mí me gusta”. Creo que de esto hemos tenido bastante desde que Venezuela es Venezuela, solo que los delirios del ego se han atrincherado en las instancias de Gobierno.

Hay desprecio por el otro, gratis, y lo peor es que se transmite por cualquier vía de comunicación posible. Los delirios del ego impiden dialogar, entender a quien está frente a frente y sostener un intercambio de ideas que coincidan positivamente en algún punto, cediendo sin perder, y ganando mucho.

Así están alimentando diariamente a cautivos, desde la polarización, con maniqueísmo. Un “yo quiero paz”, gritado y con un fusil en la mano, revela la precariedad del liderazgo, si es que algún día lo hubo.

Aún no es tarde para el “nosotros”.

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