Actitud ante el éxito
Estamos convencidos de que no hay edad para
el éxito y, sobretodo, si el éxito es concebido como el bienestar pleno; la
plenitud emocional y económica, que no significa hacerse millonario.
Recientemente, un pelotero venezolano fue
“bajado” a las menores, luego de una excepcional y exitosa campaña 2014. Todos
consideraron que el éxito le había llegado a los 21 años. Pero no. Lo que llegó
fue una avalancha de emociones (y fama) que, quizás, no ha podido cargar a
cuestas, todas muy sabrosas, pero que si no se controlan, tienen consecuencias.
Y así sucedió: Se desconcentró del camino que lo había llevado a ese supuesto
éxito, y desmejoró su rendimiento, aunque sus capacidades no se ponen en duda.
Entonces, ¿hubo éxito? ¿Se puede hablar de un
éxito pasajero? ¿O más bien fueron unos minutos de fama?
Traigo a colación este caso, muy, muy
reciente, porque ante el logro de objetivos altísimos a temprana edad, debe
haber acompañamiento de adultos que nos hagan volver al centro de gravedad, que
nos den luz antes de embelesarnos. Ahí está el caso de Justin Bieber, por poner
otro ejemplo. Pero esto es harina de otro costal.
Incluso, yo lo viví. La espuma de la cerveza
por la celebración, se me subió a la cabeza. Afortunadamente sin consecuencias
que lamentar. Cogí mínimo.
Y a pesar que mis relaciones personales y
laborales no cambiaron, mi actitud frente a lo que llamaba éxito, en ese
entonces, estuvo a punto de lanzarme al despeñadero. Y volví a preguntarme
¿esto es el éxito? La respuesta fue clara y sencilla: No.
Ser capaz y hábil para una tarea no es
garantía; solo te acerca, te aproxima a coquetear con el éxito, pero es
necesario que mientras más cerca, más consciente estés de cómo convivir con el
impacto colateral, como el reconocimiento, la ejemplificación, el dinero, la
exposición pública.
Pero para ser exitoso no es necesario ser
público. Una mujer o un hombre son exitosos dentro de su entorno más íntimo,
familiar y social, que incluye las relaciones laborales, aunque siguen
expuestos a los efectos colaterales que mencionamos, pero en menor grado, según
el contexto. Y aquí es donde mejor hay que lidiar.
Y actuar ante el éxito requiere madurez que
se aprende con los tropiezos, en la mayoría de los casos. Lo importante es
reconocer a tiempo y emprender nuevamente, siempre con amor y convicción.
Pero “el amor y el interés fueron al campo un
día. Más pudo el interés, que el amor que te tenía” y “amor con hambre no dura”.
Estos refranes populares son tan ciertos como injustos.
El dinero no hace al éxito, y el amor tampoco.
El equilibrio entre lo emocional y lo económico genera bienestar que, a la
postre, puede encaminarnos a la plenitud: al éxito, en lo íntimo y lo público.
¿Importante? Agradecer, dar antes que
recibir, ser educado y practicar la coherencia (pensamientos y acciones), con
voluntad, valor y decisión. A fin de cuentas, el
éxito no dependerá de lo externo, sino de ti.
Así habremos recorrido gran parte de este
hermoso camino llamado vida, y en todo caso te harás feliz…!
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